Testimonio COVID 19

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Mi nombre es Elena, y junto con mi marido Ricardo, somos los Delegados de Familia de la Archidiócesis de Valladolid. Profesionalmente soy enfermera y trabajo en la UVI del Hospital Clínico

Hoy os quiero contar lo vivido en primera persona, y primera línea, al frente de todos esos enfermos de Covid que se ponen peor y precisan de unos cuidados intensivos.

La situación que vivimos desde hace 2 meses era impensable hace 3. Está siendo muy duro, sobre todo al principio cuando no sabíamos muy bien a lo que nos enfrentábamos… aún hoy, no creo que lo sepamos con seguridad.

En los medios de comunicación no se ha contado lo que se ha vivido. Enfermos solos en las plantas, muriendo ahogados. Enfermos que nos llegaban con los ojos llenos de pánico… y que nos miraban asustados porque lo único que veían era eso: unos ojos, ya que el resto del cuerpo estaba tapado por las diferentes capas que forman los famosos EPIS, equipos de protección individual. Miedo, miedo y miedo…

Por un lado el de los pacientes, que cuando les decíamos «te vamos a dormir para que puedas respirar mejor», nos preguntaban «¿y cuánto voy a tener que estar así?»… y… nuestra callada por respuesta.

Miedo por nosotros mismos, por nuestra salud, y por la de nuestras familias…

Compañeros cayendo enfermos, algunos en estado muy crítico, que ha hecho muy difícil el tener que verles así…

Y el trabajo aumentando, cada segundo…

Y carreras, carreras, carreras…y más carreras.

Tener que sacar adelante un trabajo sin medios, porque no había respiradores, ni personal formado, porque habían caído enfermos… sin protección individual, o con una protección deficiente.

Familias que no sabían dónde estaban sus familiares, o el no tener noticias de ellos en días, porque los médicos no tenían ni un segundo ni siquiera para informarles.
Indescriptible. Recibir una llamada angustiosa de una hija buscando a sus padres que les había llevado a urgencias hacía dos días y que no sabía nada, y el recibir una llamada para decirles que su madre había fallecido el día anterior, pero que su padre no sabían dónde estaba… dolor, dolor y dolor.

Yo nunca he estado en una guerra, pero lo vivido creo que es lo más parecido a estar en ella.

Va a ser difícil superar esto desde el punto emocional, porque cuando las cosas se vayan tranquilizando, nos iremos dando cuenta de todo lo que nuestro ojos han visto. Tanto dolor, tanto sufrimiento…

En medio de toda esta locura, decían que somos héroes, y yo nunca me he visto como uno, NUNCA… lo único que me hacía poder volver al día siguiente era recargar las pilas en casa, con mi marido y mis hijos, que han sido mi refugio y consuelo y que con mucha paciencia han estado ahí, alentándome y dándome fuerza para poder volver con una sonrisa que escondiera el miedo y así poder ofrecer una palabra de consuelo, un agarrar una mano agotada y una mirada con el “todo va a salir bien”.

Vivir el JUEVES SANTO a pie de cama de enfermo, hacer la oración de Getsemaní, escuchar la preciosa canción de mi querido amigo Roberto y la adoración de los jesuitas, mientras atendías bombas, respiradores y múltiples máquinas y aparatos… y sentir en las propias carnes la pasión de Jesús, sentir la presencia tan cercana en cada situación y momento en una Semana Santa tan especial.

Ofrecer esperanza ante tanta desesperanza y ante tanto dolor… No estábamos preparados, no…

Todo lo vivido y guardado en nuestra mirada y en nuestro corazón va a ser difícil de olvidar cuando todo esto pase y echemos la vista atrás… Podremos llorarlo y sólo así podremos ir superándolo poco a poco.

No me cansaré de decirlo, pero lo que se ha podido trasmitir y escuchar es sólo la punta del iceberg de todo lo que hemos vivido los que hemos estado en primera línea.

Gracias por todas esas oraciones que nos han llegado, por esas palabras de consuelo, por los mensajes de ánimo… Nos han venido muy bien para poder ofrecer a Dios cada día, cada momento de estrés, cada lágrima derramada y que se nos escapaba en muchos momentos… Gracias a todos porque os hemos sentido cerca, a pesar de no vernos.

Y, ahí seguimos… dándolo todo (porque sería bonito pensar que esto ha acabado, pero no) dejándonos la piel, porque el personal sanitario se ha dejado la piel, y muchos, LA VIDA. Esa es la realidad.

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