Para suscitar en todos los jóvenes la pregunta por su vocación;
y para invitar a toda la comunidad cristiana a orar y acompañar
las vocaciones que la Iglesia necesita en nuestro mundo.

“Hágase tu voluntad”. Esta frase del Padre Nuestro nos habla de la presencia de Dios como Padre providente, que busca nuestro bien: esa es su voluntad. Como María, podemos unirnos a ese plan, en escucha y obediencia, hasta decir: “hágase en mí según tu Palabra”.

“Todos discípulos, todos misioneros”. En la respuesta a la llamada de Dios por Cristo en el Espíritu, hay algo que todos los cristianos tenemos en común: ser discípulos del maestro y ser enviados por él a vivir y anunciar el Evangelio. Somos “discípulos misioneros”, como dos dimensiones simultáneas de nuestro ser cristianos: “siempre aprendiendo y siempre enviados”.

La llamada de Dios es plural. Una llamada común, y al mismo tiempo, personal. En el “bullicio” de nuestro día a día, Dios nos llama a todos, hombres, mujeres, jóvenes, mayores… en medio de nuestra cotidianidad, y lo hace personalmente. Cada uno de nosotros podemos responder al amor de Dios y decirle: “Hágase tu voluntad”.

Porque Dios nos llama a una misión concreta. Misión y vocación que tenemos que ir descubriendo. Los diferentes elementos (matrimonio, sacerdocio, vida consagrada… Palabra, misión, justicia, escucha) definen formas de vida y elementos de la vocación a la que Dios nos llama.

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